jueves, 25 de octubre de 2007

Mi primer amor

Tan diáfano recuerdo no requiere esfuerzo, estábamos en quietud y en movimiento, en asombro y conocimiento, en amor y pasión. Si algo existía en esos momentos, era el amor del Dios mismo revelándose en la vida de cada uno de mis amigos. La meta, una sola: adorar a Jehová quien nos rescató de toda iniquidad. Ese era en sí, el fin de la célula de los “trebolinos”, aquella inseparable y empalagosa célula que no podía desprenderse de la mano del Señor.

Aquellos fueron tiempos de búsqueda a Dios tremendos. Jamás había sentido el amor del Señor tan de cerca. Diciéndome que me amaba, no porque era el “timoteo” de la célula, sino porque era Su hijo. Recuerdo también que si algo motivaba ese acento del evangelio era Jesús, Su acto de amor y Su ejemplo. Era la piedra fundamental de nuestras vidas. Sentíamos –los líderes y yo- que si hacíamos algo, era por Él. Sentíamos que todo era por amor a Jesús. Todo.

Descubrí orgullo en mí porque me dedicaba mucho a Dios, pero no encontraba recompensa, porque vivía esperándola. Eran tiempos difíciles, reconocía por momentos que algo estaba haciendo mal. Aún así seguía luchando, pero esta vez en mis fuerzas. Sentí cierta pseudo-espiritualidad creciendo en mí, a pesar de que con suavidad, escuchaba en las noches a Dios diciéndome: ¿A quién estás sirviendo, hijito mío?

Me engañé por mucho tiempo. Por un lado, sufría mucho pues tenía problemas bastante grandes que agobiaban mis días. Pero no los solucionaba y así, iba a hablar Su palabra. Debo reconocer que mis oraciones se extendían en largos discursos retóricos llenos de hermosos epítetos, incluso bíblicos pero ninguno desprendido desde el fondo de mi corazón; ninguna súplica de ayuda. No encontraba la paz, el gozo, la alegría que tenía de más pequeño y que tengo ahora por Su gracia. Me di cuenta que servía, a pesar de dedicarle todo a Él, a otro amo, a Carlos Sánchez.

Poco a poco fue desmoronándose mi vida espiritual, mi anhelo, mi pasión por Él. A la par la célula se disolvía, pues como todos, mis hermanos también tenían problemas. Seguía pidiéndole sanidad, restauración, pero mi oración no pasaba el techo de mi cuarto, bueno, así lo sentía. En todo este tiempo, no recordé que el me sostenía de Su mano y yo la apartaba pues creía que podía hacerlo solo. Olvidé estas palabras: "Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo... Mas yo en ti confio, oh Jehová (Salmos 31:9,14)". El resultado: me alejé de Él

Esa fue mi idea, mi solución. 'Le dije, yo no puedo adorar a alguien que no es justo conmigo. Mi único anhelo era servirte, pero no veo ningún resultado.' Terminé el colegio, una vida nueva empezaba, una vida de satisfacción, de alegría, de solución o eso era lo que creía. 'Soy libre', jamás hubo frase más falaz en mis labios. Con mi alejamiento de Dios, "descubrí" muchas cosas, en un principio con el temor santo de su Espíritu advirtiendo, pero poco a poco se iba apagando. Sentía por momentos, que me decía: 'vuelve a mí, te sigo esperando'. Y era realmente incómodo, es decir, no podía “pecar a plenitud”. Si deseaba hacer algo que no le agradaba, simplemente no me salía. Pero seguía intentándolo y, en parte, a “medias”, lo lograba.

Jamás mi corazón se endureció tanto como en ese tiempo. Llegaba muy tarde a casa, de alguna fiesta o reunión y sentía al subir a mi cuarto una sensación realmente irritante. Algo que me decía ‘detente, pídeme, yo te escucho’. Yo cuestionaba: “No me sale nada. Pensé que tú querías que yo fuera feliz. Pero no me das nada. ¿Acaso éste era tu propósito en mi vida?”. La experiencia me sirvió para notar mi corazón confundido y obstinado, mi rebeldía, mi amor apagándose y mi debilidad. Así transcurrieron mis noches, Dios hablando, yo negando. Yo, con las mismas palabras: “Si vas a hacer algo, hazlo” y dormía intranquilo, con la serenidad a mil años luz de mí. Esa fue mi vida sin Él, vacía, triste, sola.

Luego de mi encuentro con Él, le pregunté mientras oraba, ¿Qué pasó, Señor mío? ¿Qué me ocurrió en ese entonces? ¿Por qué pretendí encontrar algo mejor que a ti? Y Él me respondió: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor (Apocalipsis 2:2-4)”.

Me quebré totalmente. Le di mi gratitud por haberme abierto los ojos. Y es que era cierto. Estaba trabajando por amor “de” Su nombre. Estaba dedicándole mi vida a un título que desconocía. “De” un nombre que conocía bien a quien pertenecía, pero era sólo eso. Olvidé que adorar a Jesús es hacerlo por amor “a” su nombre. Por amor a Su amor. Por amor al acto más precioso que hubo. Por amor a Él. Busqué dones, espiritualidad, etc. pero olvidé que si no fuera por Jesús no existiría nada de eso. Olvide mi primer amor, a Jesús, por quien supuestamente actuaba. Olvidé al amor de mi vida.

El Señor me sanó ese día, lloré mucho pues había desperdiciado mucho tiempo y, sobre todo, le había fallado, además mi vida era horrible. Me vi haciendo todo vistiendo un polo con un estampado que decía JESUS, cuando Él me decía: '¡Hijo, aquí estoy a tu lado!, si deseas hablar de mí, preséntamelos y yo me haré cargo'. Es verdad, servimos a una causa, pero la diferencia es que esta causa vive. Jamás sentí tan real a Jesús en mi vida. En esa encrucijada, las palabras que diferenciaron esa noche de las demás, fueron: “Si vas a hacer algo, hazlo; pero Señor, ahora sí estoy dispuesto a oírte, porque no puedo hacer nada sin tu ayuda”. Y me abrazó, me dijo, ovejita, ven a mí, “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano (Juan 10:27,28)”.

El me había dicho: “No te desampararé, ni te dejaré (Hebreos 13:5)” y yo lo había olvidado. Ahora no hay otro motivo de mi adoración que Él, Su perdón fue lo más grande que experimenté, Su gracia se volvió real en mi vida. Su amor es todo. Jesus es el primer amor. Jesús dijo: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor (Juan 12:26)”. Más adelante dice: “… porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15:5)”. Si Dios tiene un plan para ti, el pone el pie primero, no tú. Y con esa convicción y confianza hay victoria. En ocasiones veo desiertos y antes de desesperar, confío en Él, Él no defrauda.

Y es verdad, como me dijo un gran amigo y siervo de Dios cuando le preguntaba ¿cómo saber si lo hago (cualquier cosa) en mis fuerzas?: “Porque en tus fuerzas no dura”. Ahora he creado una dependencia con Él. No puedo nada solo. Esa voz, ese aliento no cesará nunca desde el día en que hemos creído. Estamos “condenados” a Su libertad. “Condenados” a Su amor. ¡Qué bonita condenación!

¡Regresa! “Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido en misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó… [mi amado] era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado (Lucas 15:20,32)”.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sabes, me pasa algo raro =O

q no sé qué decir
=|

Pero de lo q stoi segura q cada encuentro q tenemos con Él es diferente en cada uno

Y sí, creo en ÉL...pero creo q aún me falta demaziado como para poder mostrar esa pasión q le muestras tú en tu habla y en tus scritos

Soi una cachorra ante la fe...=)

pero, el evangelio d melania, se sta extinguiendo poco a poco

Pero algo puedo decir sin miedo ni pena ni cobardía, como antes la tenía: "Lo amo mui a pesar de que no entienda sus acciones"

Calín dijo...

la salvación es lo mejor que puede pasarle a un ser humano =D... Melania, eres salva!, claro que Dios tiene un trato especial diferente para cada uno de nosotros. Tu encuentro con Él fue lo máximo y lo sabes... Dios llenará tu vida de abundantes e interminables bendiciones, no lo dudes!

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8,9)".

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