boomp3.com
Meditando, recordando mi vida pasada, cómo fui destrozando mi cuerpo, mi alma, mi espíritu. Cómo negué mil veces a mi Señor. Pude rescatar que a Dios, mi Padre, no le importó nada de eso, siguió amándome igual. Pero se entristecía mucho al ver a su ovejita lejos del rebaño. El Señor me preguntaba, ¿cuándo te pedí sacrificios en vez de devoción? ¿Acaso mi abrazo ya no te llena? Lejos de Él, de Su calor seguí mi camino, paseando en provincias lejanas.
“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle (Lucas 15:14)”.
Sucedía que mi vida me importaba muy poco. Me sentía herido, lastimado, despreciado. Formé muchas capas en mi vida, mi corazón se endureció. Hice lo que le prometí no hacer nunca. Así mismo, lastimé a mucha gente con “mecanismos de defensa”. Ese hartazgo sucede cuando el Señor te dice: Ya es hora. Ya te tragó el pez. Y no quiero que tú, mi hijo, comas de la comida de los cerdos. Dentro del pez, de la ansiedad, llamó a mi puerta y todo cambió. Y con esa palabra, “cambio”, me refiero a que ya no existe Carlos Sánchez, ahora pertenezco al Señor.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo, más vive Cristo en mí… (Gálatas 2:20)”.
Hasta hace poco, reflexionaba, ¿cuánto en realidad he cambiado? Sentí que en nada. Que seguía siendo el mismo. Pero ahora era feliz. Tenía esperanza. Tenía confianza. Y por supuesto… tenía mucho que restaurar. Mucho que sanar. El Señor tiene harta chamba para moldearme. Pero hay que seguirle con gozo. “No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes por sus reprensiones; porque el Señor corrige a quien él ama, como un padre corrige a su hijo favorito (Proverbios 3:11,12)”. Quiero que sepan que no soy el mismo. Mis decisiones pasadas ya no son las mismas. Mis acciones pasadas tampoco. La obediencia, el vivir en Cristo es consecuencia de Su amor y de Su gracia. Por eso estamos locos. Porque por amor a Jesús, no hacemos cosas que el mundo hace. Ciertamente, nosotros no andamos en perfección, pero Su gracia nos restaura y nos purifica. Por Cristo lo intentamos.
"Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal" (Proverbios 24:16)
El pasado se convierte en nada con Cristo. Él nos perdona y nos ama. Recordemos el pasado sólo como testimonio para Su gloria, no vivamos en el. Creo que el cambio se logró gracias a la decisión más importante que he tomado en mi vida, seguir a Cristo. Es mi estandarte, es mi decisión. Recordé un antiguo himno que solíamos cantar en la iglesia cuando era muy pequeño. Fue como agua fresca para mi vida el volver a escucharlo. Es tan sencillo como sustancial:
He decidido seguir a Cristo,
La vida vieja la he dejado,
El rey de gloria me ha transformado,
No vuelo atrás, no vuelvo atrás.
Y se repite muchas veces. Así, repítele a tu Señor ese compromiso. Es una declaración de fe. Me conseguí la canción, pondré una moderna. Les invito a cantar la canción. Comprométete con el Salvador, vive Su vida. Atrévete. Sé valiente.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame (Mateo 16:24)”.
La vida vieja la he dejado,
El rey de gloria me ha transformado,
No vuelo atrás, no vuelvo atrás.
Y se repite muchas veces. Así, repítele a tu Señor ese compromiso. Es una declaración de fe. Me conseguí la canción, pondré una moderna. Les invito a cantar la canción. Comprométete con el Salvador, vive Su vida. Atrévete. Sé valiente.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame (Mateo 16:24)”.