jueves, 27 de septiembre de 2007

Hijos de Dios

En su ministerio, Jesús nos instruyó de mil maneras, su propósito fue cumplir la voluntad de Dios Padre: "que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna... (Juan 6:40)", Jesus mismo dijo que su comida fue (y es) que se haga la voluntad del que Le envió. Sin embargo, hay posibilidades de interpretación -según muchos estudiosos de la Palabra, o teólogos- en donde caben mil posibilidades del verdadero mensaje de Dios.
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Es, en su mayor medida, inimaginable que un padre mande a su hijo a morir por otros. No obstante, es imaginable que Dios lo haya hecho, porque Él no es hombre, Él no piensa como nosotros. Si Dios Padre lo hizo fue para mostrarnos Su gran amor. Para decirte: Te amo tanto que he enviado a mi Hijo para que tú seas libre. En mi búsqueda a Dios, puedo resaltar maravillado que Él me moldea, me instruye, me engríe y me muestra desde los principios más básicos que me ama. No pude evitar alegrarme tanto al leer un versículo, supuestamente trillado (que esuchaba a cada rato), pero completamente sustancial. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16)".
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Y para las personas que buscan palabra directa, pues adivinen, Dios la tiene. Lean con atención lo que Jesus dice, "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna (Juan 6:47)". ¿Debo agregar algo más? o, quizás ¿alguien pueda añadir alguna interpretación? Y otra excelentísima noticia es que, luego de este paso, recibimos la adopción de hijos. Ya somos hijos de Dios si creemos en Jesús y le recibimos en nuestro corazón. ¿No es maravilloso eso? Se dice de Jesús en Juan 1:12,13: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de volunta de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios". Y como hijos, podemos acercarnos a Su presencia.
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La fe en Jesús resulta en vida eterna desde el momento que uno cree. Si creemos tenemos vida eterna. Él se encuentra llamándote ahora, no le hagas esperar.

domingo, 23 de septiembre de 2007

"Y conocereís la verdad y la verdad os hará libres" (Juan 8:32)


Muchos cuestionan la existencia, la magnificencia, la gracia y la misericordia de Dios pues, lamentablemente, basta con voltear la mirada y observar con angustia la maldad del mundo consumiéndonos en fuerza, en esperanza, en fe. ¿Cómo puede existir un Dios que "ama" al mundo cuando éste se encuentra tan destruido? o quizás, todo esto de un "dios amador" es demasiado bueno para ser cierto.

En la Biblia hay fuerte evidencia de que poseemos un conocimiento innato de Su voz, Su existencia. Sólo préstele atención un instante. Cuestiónese si es feliz. En Romanos 1:18, encontramos las intenciones de cierta gente que impide que se conozca la verdad. Dice: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad" o, talvez, Romanos 1:25 aclare lo que sucede justamente en nuestros tiempos, " Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos". ¿Alguna afirmación le parece familiar? ¿o, talvez, lograron su cometido?

Pero, ¿acaso un libro (la Biblia) contiene la verdad absoluta? Déjeme responderle con otra pregunta, ¿en qué/quién más podemos confiar? Los hombres fallamos, todos, sin excepción, no necesito demostrar eso. En mi torpeza busqué consolación en los hombres y, naturalmente, no la encontré. No lo intenten, se decepcionarán como lo hice yo y seguramente, ya lo habrán hecho. Puedo afirmar que los hombres son imperfectos con otra afirmación: "No hay justo, ni aun uno. (Rom. 3:10)", obviamente, texto encontrado en la Biblia. El apóstol Pedro dijo: "Porque nunca la profecía (la Biblia) fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo. (2ª Pedro 1:21)". La Biblia es la palabra de Dios.

No hay por qué dudar del Señor del universo, antes de todo, debemos entregarnos a Él, de esa manera, podemos ser testigos de Su perdón y comprobar, ya no su existencia, sino lo grande de Su amor. Lean la Biblia.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Lección de amor

Siento que debo anunciarles el hecho más excelso, el acontecimiento que dio luz a mi vida. Porque, además, soy testimonio del amor del Dios único. Del Dios del universo. De nuestro Creador. Y no puedo callar su gracia. Puede ser tu historia también. Acompáñame en el dulce relato que sacó mi alma del Seol, el cuentito de noche eterno y mi nueva meta.

Las personas que me conocen pueden dar fe de mi insospechada actitud de relajo, de mis sonrisas placenteras acaso perversas, de mi iniciativa por pasar momentos de "alegría", de mi convicción de ser feliz. Los que están más integrados a mí, fueron testigos de mi tristeza emocional oculta bajo el título de 'alter ego'. De mi depresión absoluta y mordaza por falta de amor. De mi inconformismo por la vida que llevaba. Del miedo, del terror con el que me despertaba cada mañana para continuarla en las noches con pesadillas que resultaban más placenteras pues éstas no eran como cada día vivido. De mi búsqueda de la felicidad pretendiendo no ver al único que podía birndármela.

'¡Aquí estoy!': la frase más sublime que pude oír. Fuí partícipe del evento de amor. Estaba sumergido en fangos de muerte, de terror, de odio, de iniquidad. De pronto, cuando no había solución, cuando detestaba seguir con esta muerta vida, cuando los mounstruos habían, quizás, logrado su cometido de mantenerme en la ciénaga consumido en mi propia crapulencia. Logré, con poco esfuerzo, vislumbrar en la bóveda cubierta de niebla, de nubes estentóreas y ponzoñosas, una mano. Una mano amiga. Logré ver vida. Y me di cuenta de que siempre había estado ahí. Esperando. Con ternura infinita.

Desesperado, sin aguntar más un minuto sin Su presencia. Alcé mi débil y tullida mano hacia Él. Y pude saber que a cada instante Él intentaba conquistarme. Que todo lo que he visto, me ha robado una sonrisa o captado por unos segundos mi atención había sido Él, llamándome. Que jamás me dejó de lado. Que olvidé verlo. Sólo, como un niño, me entregué a Él. En ese momento el reloj se detuvo, no existían conocimientos, ni fuerza, no existía el espacio, ni habían sueños. Sólo éramos Él y yo. Su gracia y su perdón me acogieron en forma de un abrazo. Sentí su calor, su presencia en mí.

Fui feliz, fue el mejor momento de mi vida. Soy feliz. Y estoy dispuesto a hacer Su voluntad. No voy a volver atrás, no ahora que pude ver su luz. No hay nadie como Él. Alguien dijo alguna vez: "Gracia es recibir lo que no merecemos. Misericordia es no recibir lo que sí merecemos". Debemos entregarnos a Él para conocer Su gracia. Mi vida ahora Le pertenece. A pesar de haber perdido amigos, de renunciar a cosas que me gustaba hacer, todo vale la pena, créanme, si Él está contigo.

"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Rom. 3:23)". Debemos reconocer nuestra condición de pecadores en primer lugar. "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom. 5:8)". Somos salvos por Él, sólo debemos creer en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, y ser testigos de su gracia porque "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1º Juan 1:9)".

Entrégale tu vida a Cristo. Los que me conocen saben que esta decisión no fue tomada a la ligera, lo busqué en la filosofía, en la ciencia, en mil vanas reflexiones; cuando Él estaba a mi puerta. Él te dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (Apoc. 3:20)".

Gracias Dios.


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