viernes, 22 de febrero de 2008

JC: Resurreción y Victoria (parte 4)

boomp3.com

Continuación de serie JC (1, 2, 3)

“Y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:20)”.

Un ser de aspecto como un relámpago y su vestido como la nieve (Mateo 28:3) brillaba en el fúnebre recinto provocando terror a las fieles mujeres. Los guardias que cuidaban el sepulcro huyeron despavoridos al ver al sujeto. Sabían que nada andaba normal desde que ajusticiaron al inocente nazareno. ¡No teman! Un gozo complementaba el temor, esa luz de alguna manera señalaba una naciente esperanza que dos días atrás había sido clavada y sepultada en la oscura cueva sin intenciones de regresar. Mientras el ángel de Dios hablaba, María Magdalena, perdida en la mirada, liberaba el fruncimiento de su rostro, y completaba una triste sonrisa cuando escuchó las siguientes palabras: No está aquí, pues ha resucitado (Mateo 28:5). Fue cuando, consternada, recordó los insistentes anuncios de la muerte de su amado que, por aquellos tiempos, nadie lograba entender (Marcos 9:32) y, la mejor parte de todo, Su resurrección:

“…se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará (Lucas 18:31-33)”.

Resucitaron sus esperanzas. María Magdalena, y Juana, y la otra María fueron a ver a los discípulos inmersos en una profunda tristeza para contarles lo que habían visto. Éstos dudaron y tomaron como ofensa que las mujeres vayan a darles semejante noticia a corazones ya desesperanzados y abatidos. Locas, fueron llamadas (Lucas 24:11). Entre ellos, Pedro, como nunca débil y melancólico, sin el impulso ni la osadía que lo caracterizaba, se levantó. No tenía nada que perder, ya lo había perdido todo. Echo a correr, mientras que Juan, despedazado hasta el alma, recordaba cómo vio morir a su amado al pie de la cruz; habría dado lo que fuera por verlo nuevamente, abrazarlo y decirle cuánto lo amaba. Desesperado, sin saber qué creer, fue corriendo tras Pedro, y un amor inexplicable le aceleró los pies (Juan 20:4), y se adelantó. Llegaron, vieron los lienzos solos, creyeron y se maravillaron. Finalmente, volvieron con los demás.

“¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos? (Mateo 21:42)”

La cueva era aún victima de sollozos lastimeros. María Magdalena, contagiada de la ardiente pasión de los otros discípulos, quien había seguido a Jesús en todas sus empresas y le había servido con fervor (Lucas 8:2), lloraba de rodillas, sin consuelo. Su corazón latía confusamente cuando decidió mirar dentro del sepulcro. Escuchó una voz. Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Pensó que era el hortelano y le preguntó por el cuerpo. La voz se dulcificó y habló con autoridad. ¡María! En ese instante, sus ojos fueron abiertos y vio a Su Maestro. ¡Raboni! (Juan 20:16). Se acercó raudamente a besar sus pies cuando Jesús le dijo que no lo toque. Quería ver a Papá primero. Él estaba tan feliz, tan ansioso por ver la sonrisa poderosa de Su Padre porque, complaciente, le obedeció hasta Su último respiro en la tierra. Además iba a celebrar Su victoria pues con Su muerte no había perdido nada, sino había ganado la salvación de la humanidad (Juan 6:39).

“Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios (Juan 20:17)”.

Como nunca esa frase se tornó en una verdad eterna para quienes creen Su nombre. El enemigo y sus planes perversos se vieron reducidos y destruidos en la cruz. Ahora que Jesús compró la vida de todo ser humano con Su muerte, la conexión con el Padre sería perfecta. Fue la mayor victoria de todos los tiempos. Por entonces, dos hombres que estaban con los discípulos, salieron a Emaús, una aldea no muy cercana a Jerusalén, recordando lo acontecido con tristeza en los ojos, y cansancio de alma. De pronto, Jesús se acercó y caminó con ellos, pero éstos no veían quién era en verdad, pues tenían los ojos velados (Lucas 24:16). Ante la pregunta de Jesús, ellos comentaban cómo el pueblo había perdido a un profeta más, quien supuestamente había de redimir a Israel. Ante esto, Jesús, les explicó que era necesario que el siervo de Dios padeciera y entrara en su gloria (Lucas 24:26). Con sus labios, lleno de versos profundos y poderosos, declaraba las Escrituras y les explicaba las profecías. Cuando llegaron a su destino, y Jesús, quien aceptó la invitación que le hicieron para quedarse junto con ellos, bendijo el pan en la mesa, les fueron abiertos los ojos y le reconocieron. Antes de que alguna reacción desmesurada interrumpiera la cena, Jesús desapareció de su vista.

“Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? (Lucas24:32)”.

Inmediatamente, ellos volvieron a Jerusalén, y vieron a los discípulos reunidos, y les dijeron todo lo que habían visto. Perplejos, los once se miraban entre sí. ¿Sería verdad? Las mujeres y estos dos dicen haberlo visto. ¿No nos enseñó el Maestro a creer? De pronto, Jesús se puso en medio de ellos. Paz a vosotros. Un silencio de terror, lágrimas sin destino, ojos quebrados. Estaba precioso y brillando. Hipnotizante como siempre. Jesús percibió su asombro, ¿por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? (Lucas 24:38). Juan temblaba cuando Jesús mostraba sus manos y sus pies que él había visto atravesados, rojos, desgarrados. Jesús sonreía al ver la inoperancia de sus hijitos, y para romper el hielo les preguntó: ¿Tenéis aquí algo de comer? (Lucas 24:41). Era Él. Siempre tan original, tan innovador, tan amoroso. La felicidad y el gozo jamás fueron tan intensos en todo el mundo como aquel día en ese cuartito pequeño. Jesús había resucitado.

5 comentarios:

Isa dijo...

Yo también he pensado en esos momentos, y creo que hay ocasiones en que se queda uno como "atorado", que no sabe uno qué decir, sino sólo se deja que sea el corazón el que palpite aceleradamente de la emoción. Pienso que así quizá halla sucedido a muchísimos de sus discípulos. Creo que si yo hubiese estado ahí, así me hubiese pasado, hasta escuchar su voz decir: ¿tenéis algo que comer?
¡Qué lindo es el Señor!, ¿verdad?
Bendiciones!

Isa dijo...

Bueno Calín, ¿qué pasó con Melania? y hablando de puñal ¿la apuñalearon?, ja,ja,ja, ¡ay, espero que no! porque ¡estaría muerta! ¡ay,no!
(Apuñalear= enterrar un cuchillo en alguna parte del cuerpo)
Lindo tu post querido Calín y ya hablando en serio, ¿cuando sacas algo en quechúa, ¿es así?, pero por favor lo traduces para que yo entienda algo ¿sale?
Saludos.

Calín dijo...

Cuando pienso en retirarme del oficio de neófito "escritor cristiano" y confirmo que quizás la música es más lo mío (o la literatura secular), veo un nombre, por no decir fiel, compasivo... que no pierde la lectura de ningún post (no sé si con interés o no) o el hecho de comentarlo... la muy decente y recogeniñoshuérfanos (bloggeros inconstantes XD) ..... ISA!!!

Jejeje de veras aprecio mucho tus comments. Y ahora sí, "en serio", porque la gente quiere literatura "seria" :D, quiero decirte penosamente que no sé mucho del quechua (sólo que la palabra no lleva tilde en la 'u'), pues solo llevé un curso básico de estructura sintáctica en la univ. Lamento decepcionarte. Pero de hecho tomaré en cuenta tu pedido y con diccionario en mano trataré de que salga algo, quizá una frase nomás. :D

Te recomiendo la pag. de los alumnos de sociales de mi univ. entrando a esta pag. http://www.pucp.edu.pe/facultad/ciencias_sociales/curso/quechua/

Muchos saludos y bendiciones!

Allinllaña! (Adios!)

Calín dijo...

acá la pag.

http://www.pucp.edu.pe/facultad/
ciencias_sociales/curso/quechua/

Isa dijo...

Muchas gracias!
Haber si un día de estos o de aquellos entro.
Bye.

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