martes, 6 de noviembre de 2007

JC: Amor y obediencia (Parte I)

Todo era tan confuso. Su alma inquieta. Sentía que la Luz se apagaba y no podía desaprovecharla pues nunca lo había hecho. Nadie quería estar al lado del Maestro como Él. O si bien, todos querían estar a Su lado, Él luchaba con todas sus fuerzas por ser el primero. Nada había cambiado para entonces. Había visto el milagro de la vida, era salvo, creyó. Pero de sus entrañas algo se desarraigaba, se desmoronaba en vida. Le había escuchado mil veces hablar acerca de lo que sucedería. Esta tarde es muy diferente. Las palabras de su amado son distintas ahora, Su voz cambia, pero no Su firmeza. Y son tan hermosos esos pasajes que no quiere despertar. Espero recordarlas, dice. Tantos versos de vida hicieron que pareciese que estaba en el cielo. Me voy contigo, Maestro, titubeaba.

–Vuestra tristeza se convertirá en gozo… (Juan 16:20)

Quería llorar, no sabía por qué. Escuchaba ‘muerte’ y ‘vida’ meneándole ansiosamente los oídos. Maestro, ayúdame, suplicaba en la mente. Jesús le miraba con el amor desde que lo vio por primera vez y le dijo: Sígueme. Han sido los tres mejores años de mi vida, decía. Te amo, te amo, te amo. Sus hermanos estaban ansiosos también. Pero el amor abundaba en la febril habitación. Sentían todos que el milagro más grande estaba por ocurrir. Sabían que con el Maestro era todo posible. Juan, el amado, seguía inquieto. Todo lo que conocía, lo que había visto iba a cambiar de manera impresionante; el rumbo del mundo –si existía alguno- se vería desproporcionado con la magnitud del evento a producirse. De pronto, una estocada en su corazón le atravesó el alma. No quiero, no quiero. ¿Cómo puede ser?

-Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. (Juan 16:28)

Escuchó a uno de sus hermanos decir que ahora sí entendía, que Jesús sabía todas las cosas. Ciertamente, él también entendía a su Maestro claramente. Tuvo muchas fuerzas. Aún así no quería desprenderse de su amado. No puede ser. He encontrado la vida y ahora se me va. Llegó la hora. Él sabía que nada se iba a comparar con el gran momento que toda la tierra atestiguaría. Lo que sucedería abriría sus ojos para siempre, y los de toda la humanidad. No tenía por qué extrañarle. Recordó, entonces, cuando Jesús les dijo: Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer (Juan 15:15). Era su amigo. Vamos, era su mejor amigo. Quiero estar a tu lado siempre, Maestro, se volvía a repetir. Nuevamente recuerda, como fulminantes dardos de amor atravesándole la mente, cuando Jesús le dijo: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (Juan 15:10). Tenía la clave, entonces. Al parecer sus hermanos también lo entendieron a pesar de la bruma onerosa. Los discípulos, finalmente, recordaron a su amado cuando estando en la barca temieron, para luego estallar en felicidad y gozo al ver al ser más poderoso del mundo: Jesús. El Maestro concluyó:

-Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16:33).

‘¡Jesús! Ya te conocemos, confiamos en ti, Maestro’ Se pareció escuchar silenciosamente siseando en el aire. Jesús tuvo calma. “Los preparé, me toca a mí”…

1 comentario:

Unknown dijo...

//Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo//

Ouhhh! esto es tan cierto, carai...

"yo soi jesús, que las tinieblas resplandecen con mi luz" --> sto fue lo q más me gustó...

El abre todo, da luz a todo. El me dio luz...=D

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